Desperté, por fin, no sé dónde ni en qué condición. Lo único
que me era conocido era la oscuridad eterna en la que llevaba sumergido toda la
vida. Lo primero que hice fue llamarte, pero no era capaz de recordar tu
nombre, aunque sí el tacto de tu piel, la suavidad de tu pelo y voz.
Mis manos recorrieron mi cara, mi cabeza. La venda que la
cubría me dio algunas pistas. Me levanté sin mediar palabra con las paredes o
con mi propio cuerpo, no me sentía fuerte como para correr, pero sí podía
caminar, aunque a duras penas.
Me aventuré, apoyándome en solo Dios sabe qué a llegar a la
pared, no sé cuantas veces tropecé con muebles o personas, mi único motivo para
despertar había sido tu ausencia y ahora todas mis fuerzas estaban concentradas
en encontrarte.
Con frío, mareado, sintiendo mi cuerpo tan pesado como el
plomo, pero con la fuerza de voluntad intacta. Solo quiero encontrarte, solo
quiero volver a escuchar mi nombre de tus labios, solo te quiero a ti, conmigo.
Que vuelvas a abrazarme como ya lo has hecho, que vuelvas a
besar mi mejilla después de una caricia. Que vuelvas a ayudarme a salir del
pozo en el que nací.
Comentarios
Publicar un comentario